Amigos espero comentarios que alguna vez sus abuelos le contaron, esas historias que no fueron escritas, no de esas que encontramos en internet, pero que son fantasticas.

Aprovechemos que algunos de ellos todavía quedan vivos, pregúntenle a sus abuelos historias y echos que sus padres le contaron a ellos, antes de que esas anécdotas queden perdidas en en el olvido.

Por favor envien a nachossj@gmail.com y construyamos la historia

Buscador

Google
 

lunes, 19 de noviembre de 2007

Anécdotas histórica de Cerro Corá

Antes de describir mi viaje a Punta Porá –hoy Pedro Juan Caballero-, que lo hice en junio de 1906, quiero dejar constancia de las conversaciones que, años antes, he tenido con el General Patricio Escobar, hoy finado.

Es más de una ocasión, me pedía el nombrado General que, si algunas vez tuviese que irme a Punta Porá, lo avisase á tiempo para acompañarme hasta Cerro Corá, donde cayó prisionero al terminar la Guerra –de 1865 a 1870- y deseaba volverlo á ver antes de morir á la vez que mostrarme la sepultura del Mariscal Francisco Solano López.

A esto yo le replicaba diciendo que de aquel entonces á la fecha de nuestra conversación, han transcurrido cerca de 50 años, que todo habrá cambiado allá; lo que era entonces campo sería hoy monte…motivo por el cual me parecía que le sería casi imposible hallar aquella sepultura. A este mi pesimismo contestaba que él se había fijado bien dónde fué sepultado el Mariscal: en medio mismo de dos árboles que tendrían de diámetro de 4 á 5 pulgadas y distantes, uno de otro, unas 8 á 10 varas, y que si existen dichos árboles, esperaba encontrar el lugar y mostrármelo.

Continuaba yo mis giras pastorales por los pueblos de la República, cuando me resolví misionar en aquel lejano pueblo de Punta Porá, avisé al General comunicándole el tiempo de mi próxima visita á aquel apartado departamento y él fué á esperarme en su estancia ganadera de Aramburu-cué.

Llegado á la nombrada estancia, misioné allí durante tres días, al cabo de los cuales emprendí viaje para Cerro Corá junto con el General y los sacerdotes que me acompañaban, quienes fueron: el Dr. Narciso Palacios y José Natalicio Rojas, llegando al histórico lugar nombrado el día 1 de junio á las 12.35 p.m. y hospedándonos en un rancho, depósito de alambres custodiado por el brasilero de nombre Ovidio Freire.

Hecho una ligera comida, montamos todos á caballo y nos dirigimos al lugar buscado. Llegados allí el General detuvo su montado, quedó un momento pensando –como haciendo una reminiscencia-, dirigió la mirada a su alrededor y vió los dos árboles –á que más de una vez se refería mucho antes del viaje- que son curupay-itá, distantes, uno de otro, unas 10 varas y teniendo cada uno de 17 á 18 pulgadas de diámetro. El general dijo: “de aquí al Paso-tuyá del río Aquidabán-niguí habrá de setecientos á ochocientos metros”; lo que verificamos de visu y lo encontramos á esa distancia.

Perfectamente orientado el General Escobar me dijo: “Monseñor, yo voy á ponerme aquí de rodillas para jurarle que en medio mismo de estos dos árboles está la sepultura del Mariscal López”. Yo le contesté que no había necesidad de tal juramento, que me bastaba su categórica afirmación.

A pocas varas del árbol, que quedaba al Oeste del otro, había tres ó cinco plantas de tala –yuasy-y-, lugar en que estaba la Carpa de mando del Mariscal y que –muerto éste- fué ocupado por el Jefe brasilero, quien lo era el General Cámara. Me mostró el montículo –distante del lugar donde nos encontrabamos, unas 150 varas-, al pié del cual había sido él (Escobar) colocado –en aquel entonces Coronel, promovido á General después de la guerra acompañado de sus pocos soldados famélicos y conservando, allí mismo, sus fusiles empabellonados.

Me dijo más. “Prisionero yo, el General Cámara me hizo llamar y me preguntó si conocía al General Roa, le contesté que sí y que mucho lo estimaba; entonces me inquirió si no tenía inconveniente en ir á buscarlo y traerlo ante él, á lo que yo contesté que con mucho gusto lo haría.” Y continúa el General Escobar: “momento después, se me trae un caballo ensillado y se me pasa una espada brasilera para ceñirme; á esto dije que –“no pudiendo llevar esa arma-iría sin ella”; se me pregunta el por qué, y yo contesté: “porque he jurado no tomar arma enemiga contra mi patria”. Dicho esto “se me mandó entre mis soldados prisioneros y recién entonces fueron recogidos por fuerzas brasileras nuestros fusiles empabellonados”.

Continúa el General Escobar: “Inmediatamente á mi negativa, hizo llamar al Mayor Medina ?…vecino de Limpio, ya prisionero, quien –sin dificultad alguna- aceptó caballo y espada brasilera y acompañado de un pelotón de soldados brasileros- se dirigió hacia la boca de la picada del Chirigüelo y, poco tiempo después, se oyó una descarga de fusilería y entonces me dije: han matado al General Roa.”

Toda esta referencia me hizo el General Escobar durante nuestra ida de Aramburu-cué á Cerro Corá. Y dijo más: que, cuando estaba acampado cerca de la Laguna de Capiyvary las tropas del General Roa y la carretería –á cargo del entonces Coronel Escobar- un día aquel llamó a éste y le leyó la orden que acababa de recibir del Mariscal –quien se encontraba en Cerro Corá- mandando que hiciera atar sobre el pértigo de una carreta al Mayor Limpieño y lo condujera ante él para dársele el castigo merecido. ¿Cuál era su delito? Las familias que acompañaban al Ejercito se habían quejado porque dicho Mayor las había saqueado abriendo sus cajas é incautándose de sus alhajas, lo que había llegado á conocimiento del Mariscal.

Viendo el General Roa que, si cumplía la orden superior recibida, el referido Mayor moriría martirizado antes de llegar donde el Mariscal, hizo llamar al Coronel Escobar –que era su íntimo amigo y confidente-, le expuso el caso y éste le dijo que, según su manera de ver, podía mandar al Mayor preso y bien custodiado, detrás de una carreta, y que cuando salga de la picada del Chirigüelo –distante una legua larga de Cerro Corá- se le atara sobre el pértigo. Así resolvieron hacer.

Pero, es el caso que cuando las carretas salían de la nombrada picada, fue atacado Cerro Corá por las fuerzas brasileras y muerto el Mariscal López, lo que, como era natural, causó una gran confusión. En este entrevero se escaparía y caería prisionero el Mayor Limpieño, de quien ya hemos hablado.

El General Escobar me confesó que siempre ha creído que el aludido Mayor había sido el causante de la muerte del General Roa, y más le confirmó lo que vá á continuación. Me dijo el Gral Escobar que cierta ocasión, le visitó al Mayor y, hablando ambos de episodios de aquella guerra, aquel preguntó á éste si alguna vez se ha recordado del General Roa y le contestó que sí; entonces le dijo: ”Cada vez que lo recuerde, rece por su alma, pues á él le debe Ud. su vida”. Le relató la orden del Mariscal que había recibido Roa para su prisión. Cuando el Mayor oyó tan patético relato, “, dice el General Escobar, que dos gruesas lágrimas se desprendían de sus ojos y entonces me confirmé en mi creencia de que él fué el causante de la muerte del General Roa”.

Téngase en cuenta que –después de 30 años- estoy escribiendo esta anécdota, por eso me he olvidado constatar en su debido lugar, lo que sigue: Me dijo el General Escobar que á unos pasos de la Carpa de López, fue muerto su hijo Pancho, de 18 años de edad, y Coronel; que á una cuadra de allí, estando el Vice Presidente Sánchez entre algunas carretas, se le intimó rendición y él –sacando su espada- dijo: “un paraguayo no se rinde” y entonces lo balearon, ignorando Escobar donde fueron enterrados estos dos. Como los soldados brasileros apenas enterraron la mitad del cuerpo de López, se presentó Madama Linch ante el General Cámara pidiendo permiso para hacerlo sepultar mejor y –habiéndosele concedido la gracia solicitada- hizo cavar en el mismo lugar una fosa de una vara de profundidad y lo enterró. (sic)

Continúa…la narración del General Escobar. Me motivó el lugar mismo en que se entregó por prisionero refiriéndome las circunstancias que rodearon al hecho, y son como sigue: Encargado de la conducción de las carretas en que venían elementos de guerra, enfermos…y en medio de la picada de Chirigüelo, vió en el monte –á unas varas del camino- á una señorita (cuyo nombre y apellido me contó, pero los he olvidado) á quien fué á verla y le pregunta el porqué no seguía con la comitiva, á lo que ella respondió llorosa diciendo: que su mamá no podía ya caminar por habérsele desollado las plantas de los pies y que, por eso, quedaba allí para atenderla. Entonces el Coronel Escobar –quien, me consta, era hombre de muy buen corazón- dispuso que la señora enferma fuera alzada en la carreta y su hija la siguiera á piés; así se hizo.

Como al salir la carretería de la picada se oyeron los últimos tiroteos –que terminaron con el Mariscal y la guerra de cinco años- el Coronel Escobar reunió los pocos soldados que tenía y se adelantó con ellos para prestar auxilio á los que estaban en Cerro Corá. Algunas cuadras antes de llegar topó con un Capitán brasilero que conducía como cien soldados, quien le ordenó se rindiera porque López había muerto y la guerra estaba terminada.

El General Escobar le dijo que: si López ha muerto la guerra estaba terminada, pero que él no se entregaría si no se le comunicaba por escrito la muerte del Mariscal; á esto el el Capitán brasilero saca su revólver para tirarle cuando se presenta entre los dos contendientes aquella misma señorita –cuya madre con los pies desollados venía en la carreta- y dice al Capitán: “Señor, no mate á este hombre –se refería á Escobar- que es nuestro salvador”.

Al ver sorprendido el Capitán la actitud enérgica y decidida de la señorita, preguntó quien era ese Jefe, á lo que éste contestó: “yo soy el Coronel Escobar”, al oír esto, preguntó: “¿es Ud. el Coronel Escobar?, y cuando éste le dijo que sí, sacó del bolsillo de su chaqueta una tarjeta y se la entregó. En dicha tarjeta decía un alto Jefe brasilero: “Cuando encuentren al Coronel Escobar trátenlo con toda consideración”. ¿Donde estará esa tarjeta? El Gral. Escobar me dijo que tenía entre la colección de sus papeles; ¿en manos de quién estará hoy? !Dios que lo sepa!

El Capitán brasilero –atento á la exigencia y ley de Guerra- mandó ante su Comando á un soldado en busca de la orden escrita ó sea la constatación escrita de la muerte de López y recién entonces el Coronel Escobar se dió por prisionero con su poca y debilitada tropa.

Dormimos sobre nuestra colcha; al día siguiente –2 de junio de 1906-, ensillados los montados, me despedí del Gral. Escobar –quien regresaba á Aramburu-cué para yo seguir viaje a Punta Porá – y me dijo: “mi Obispo, algunas cuadras más allá del arroyo Chirigüelo, á la izquierda del camino, si éste no se ha cambiado, habrá una planta de donde salen tres ramas; si la encuentra, rece un responso por el alma de Venanciom López –hermano del Mariscal- quien murió allí”. Efectivamente á poca distancia después de pasar el citado arroyo, encontré la planta –guayayví- con tres ramas salidas de un mismo tronco; allí me detuve y rezamos, junto con mis sacerdotes, responses por el alma del finado.

Aquí termino el relato que me hizo el Gral. Escobar y del viaje que hicimos hasta Cerro Corá. Yo no pongo en duda toda la anécdota que me refirió, pues, me consta –por conocerlo bien- que era un hombre muy observador y veraz en relatos históricos”.


Juan Sinforiano Bogarín

Arzobispo

Asunción, setiembre de 1936

2 comentarios:

0limpero dijo...

Excelente anécdota.
Jorge.0

Unknown dijo...

patricio escobar todo un heroe con mayuscula!!