Amigos espero comentarios que alguna vez sus abuelos le contaron, esas historias que no fueron escritas, no de esas que encontramos en internet, pero que son fantasticas.

Aprovechemos que algunos de ellos todavía quedan vivos, pregúntenle a sus abuelos historias y echos que sus padres le contaron a ellos, antes de que esas anécdotas queden perdidas en en el olvido.

Por favor envien a nachossj@gmail.com y construyamos la historia

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lunes, 19 de noviembre de 2007

Carta de Chico Diabo Traducida

Carta de Francisco Eusebio Carvalho, alias “Chico Diabo”, traducida al español por Celestino Rivera, intérprete y traductor oficial del Duque de Caxias. Esta carta-confesión busca echar luz sobre hechos transcurridos recientemente y de sumo interés para los literatos de Buenos Aires y Montevideo. Conozcan otras caras de la barbarie.
Algunas zonas del escrito se quemaron, no se sabe si intencional o accidentalmente, falta la primera página:

“… saliendo del ingenio. Suplantar las 12 horas en el ingenio de azúcar por la tropa parecía una salida, tenga en cuenta usted que no hay honra en el ingenio ni en la esclavitud; aunque gozara los beneficios de la libertad de vientre seguía siendo mulato. La alegría de que mi patrón (duque de Caxias) me ofreciese integrar la tropa y luchar una guerra ya ganada de ante mano, es algo a lo que no me podía negar (…) Uno no ve la miseria real hasta no entrar al campo, sabe? El estruendo de los cañones comienzan por darle vigor, una energía incomprensible; hasta no ver a mi hermano muerto con el cráneo deshecho por una bala no pude borrar mi sonrisa y placer al ver y escuchar los cañones. Ese mismo día, el que le deshicieron la cabeza a Zéquinha también probé mis destreza con el sable, también pagué mi torpeza en mi carne, con un sablazo paraguayo en mi hombro derecho. Recuerdo ese atardecer rojo en Curapayti, viéndolo desde una camilla, en retirada; en la derrota me bauticé, como se dice, en la guerra (…) Los gritos de un hombre que deliraba de fiebre no me dejaban dormir, se llamaba Amorin y era sertonejo, al parecer la infección causada por una bala le estaba por dar el golpe de gracia. Otra lección aprendí, los cuerpos son frágiles y no reflejan la valentía de los hombres, por más coraje que tuvieran Amorin o Zéca, los dos son débiles en cuerpo. Hasta el duque si se expusiera al sol en el ingenio o a las balas en Curupayti sufriría, los rangos no hacen a un hombre de carne y hueso.
Mis siguientes batallas no fueron tan memorables pero entre el fuego, las espadas y las cicatrices me forjé como cabo, aunque me conocían por ser demasiado benévolo, nunca maté a un prisionero paraguayo y siempre les di agua (…) El duque de Caxias nos recordaba nuestro sacro deber, defender al Imperio y la gloria de Don Pedro, frente a la sangrienta dictadura que aplastaba al pueblo del paraguay, nosotros estábamos liberando a paraguay, por eso nunca maté o violé a civiles ni prisioneros. Pero la guerra; el cuerpo no responde al alma y mientras ésta se encomienda a dios y pide paz su cuerpo terrenal se desmiembra por el hierro de la bala y se deshace en golpes a soldados desarmados y gentes indefensas. Recuerdo un pueblo que tomamos, mitad indígena mitad cristiana, entre gritos y abucheos nos recibían, no se rendían y entre los alaridos oíamos “esclavos” y “asesinos”. El duque mandó amordazar y hacer fusilar a todos los hombres mayores de 12 años, digo y afirmo con entero orgullo que como cabo me opuse (…) Las quemaduras, golpes, oprobios, duelen más cuando te las da tu seguridad, tu compañía, tu amistad, te deja solo, despojado. El duque en persona me golpeo, lo hacia para mejorarme y enseñarle al resto también, que mulato que no sirve al imperio no sirve para nada.
Lloré a solas mientras mis compañeros destruían Asunción, permanecí en las afueras como apoyo, era considerado un cobarde, un blando. La verdad es que la guerra no me había ablandado, al contrario, me dejó duro y seco. Quería venganza, mi cuerpo que en los días de júbilo bailaba y cantaba en las procesiones, quería vengarse; vengarme de tener que haber derramado sangre, vengarme de abandonar los cielos límpidos por cielos llenos de ceniza y gritos, vengar a mi hermano, con su cráneo deshecho; quería un culpable. Ya no me interesaba si tenía que matar a un brasileño, argentino o paraguayo, me daba igual aunque alguien lo iba a pagar, la maldad me redimiría. Es hasta hoy que cuando siento el filo frío en mi carne, que aunque sea débil, desea tomarlo para destrozarse en él o destrozar otras carnes (…)
La guerra estaba en su fin y el duque juntó a 4.500 soldados para destruir el último bastión del ejército del paraguay, en cerro Corá. Mi posibilidad, solo eso buscaba y si hallaba la muerte en mitad del camino bienvenida sea, le mostraría todos mis dientes. Entre la mata y armado con un hacha avancé al trote mientras la caballería se adelantaba; en un claro un puñado de personas nos aguardaba. Mi hacha me liberaba del peso de ser un soldado más, era mi castigo pero también mi redención no frente al duque ni frente a los otros soldados solamente frente (…) Yo lo quería a él, solo a él. Entre el tumulto de personas lo buscaba, enfurecido buscaba a mi presa y mi serenidad en el combate se transformo en ira, hambre, desesperación. La batalla continuaba y los hombres agotados daban sus últimos golpes; circulando y buscando a mi presa juré que de no encontrarlo me suicidaría o mataría al duque de Caxias, cuando lo vi. Vestido en su traje azul lleno de medallas, ya no tenía sable y comía su propia bandera (…)
Dicen que mi grito no fue de este mundo, y frente a mis compañeros atónitos le di mi preciso hachazo en medio de su cara, abatido cayó, presa del pánico, lo se. Con sonrisa mandinguera destruí su rostro y mientras su hijo gritaba “un coronel paraguayo jamás se rinde”, le sacaba diente por diente.
La tropa estupefacta intentaba asimilar mi cara bañada en sangre con el alarido, cuando volví en mí solo atine a ponerme de pie y repartirle a la tropa los dientes de Francisco Solano López (…)”
(Nota del traductor)
La última parte esta quemada, pero se deduce que el apodo “Chico Diabo”, o diablo, proviene de esta historia. Los indios que presenciaron la posesión, no por un espíritu pero si no por la malignidad que ellos atribuyen a los blancos; jamás habían oído semejante alarido de muerte por parte de un mulato. Cuentan que el mal de Chico lo llevó a matarse o perderse, ya que desapareció en la jungla luego de esta confesión. Esta será otra historia más de estas tierras, donde por azares del tiempo vinimos de alguna manera a parar todos, otra historia de pasión, magia y horror que forman la América.

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